¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací!
Fecunden el sol y las lluvias sus
campos labrantíos; florezcan sus industrias y todas sus riquezas esplendan
magnificas bajo su cielo de zafiro.
Mi corazón y mi pensamiento, en
una sola voluntad, exaltarán su nombre, en un constante esfuerzo por su
cultura.
Número en acción en la conquista
de sus altos valores morales, factor permanente de la paz y del trabajo, me
sumaré a sus energías; y en el hogar, en la sociedad o en los negocios
públicos, en cualquier aspecto de mi destino, siempre tendré presente mi
obligación ineludible de contribuir a la gloria de Honduras.
Huiré del alcohol y del juego, y
de todo cuanto pueda disminuir mi personalidad, para merecer el honor de
figurar entre sus hijos mejores.
Respetaré sus símbolos eternos y
la memoria de sus próceres, admirando a sus hombres ilustres y a todos los que
sobresalgan por enaltecerla.
Y no olvidaré jamás que mi primer
deber será, en todo tiempo, defender con valor su soberanía, su integridad
territorial, su dignidad de nación independiente; prefiriendo morir mil veces
antes que ver profanado su suelo, roto su escudo, vencido su brillante
pabellón.
¡Bendiga Dios la pródiga tierra
en que nací!
Libre y civilizada, agrande su
poder en los tiempos y brille su nombre en las amplias conquistas de la
justicia y del derecho.
Froylán Turcios
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